Viajar, contener, transportar [y simbolizar]

Somos movimiento. Estamos hechos de los lugares donde hemos estado, las personas con las que nos hemos topado en el camino, así como de aquello que soñamos y para lo cual formulamos maneras de avanzar para alcanzarlo.

La Casa Encendida de Madrid abrió sus puertas a la exposición comisariada por Amina Lawal Agoro: Viajar, contener, transportar. Con piezas que contrastan entre sí en cada uno y hasta el más mínimo detalle, se muestran diferentes maneras de entender y encarnar la herencia africana.

La sala contiene la obra de cuatro mujeres – Binta Diaw, Ana Pi, Frida Robles Ponce y Tazo Taal, quienes procuran recorrer el pasado a su manera para entender mejor el presente. Para ello, las cuatro eligieron un punto en común: el suelo. Nacemos en uno y éste será, sin importar a dónde vayamos, siempre parte de nosotros.

Esto último me lleva a detenerme, específicamente, en la obra de Frida Robles Ponce. Las piezas ideadas por la mexicana hacen una referencia directa no precisamente a sus antepasados africanos, sino a los indígenas. Es decir, a aquellas fuertes comunidades que poblaban el continente americano antes de que los navegantes europeos llegasen a sus costas.

La tela que da forma a la pieza de Robles Ponce está cubierta por palabras en uno de los idiomas originarios de México: el náhuatl. Logran distinguirse las palabras tlalticpaque (i.e. mundo), chalchivitl (i.e. futuro) o tlacatl (i.e. hombre), mostrando una concepción del universo única y que tiene la fuerza para sostenerse a pesar del paso de los siglos y de aquellos que han buscado acallarla.

Esta luz mesoamericana logra trasladarse y representar a la identidad de un pueblo que, a la fecha, sigue vivo. Sin importar el dominio de otras culturas, la mínima cantidad de hablantes que pueda poseer en nuestros días o las deformaciones que haya sufrido con el paso del tiempo, sobrevive: a miles de kilómetros de su origen e imprimiendo una pieza de lona de metros de longitud.

La exposición logra dibujar no sólo un mapa de diferentes puntos en el mundo, sino una línea del tiempo que identifica momentos, épocas y recuerdos que son fundamentales para entender el presente. Sí, se trata de una narración subjetiva, pero… ¿no es también una que nos invita a hacer lo mismo? ¿Cuáles fueron esos caminos que antes de que nosotros llegásemos al panorama debieron recorrerse para que hoy tuviésemos la perspectiva que tenemos? ✦

We are movement. We are made of the places we have been to, the people we have encountered along the way, and the dreams that drive us and push us to find ways to achieve them.

La Casa Encendida in Madrid has opened its doors to an exhibition curated by Amina Lawal Agoro: Travel, Contain, Transport. With pieces that contrast in every way, down to the smallest detail, the exhibition explores different ways of understanding and embodying African heritage.

The room showcases the work of four women — Binta Diaw, Ana Pi, Frida Robles Ponce, and Tazo Taal, who plan to revisit the past in their own way to better understand the present. To do so, the four chose a common element: the land. It is where we are born and, no matter where we go, it will always be part of us.

This takes me to focus specifically on the work of Frida Robles Ponce. The Mexican artist’s pieces allude not to her African ancestors, but rather to her Indigenous heritage — those resilient communities that populated the Americas long before European navigators arrived to its shores.

The fabric that forms Robles Ponce’s work is inscribed with words in one of Mexico’s native languages: Náhuatl. Among the words, we can distinguish tlalticpaque (world), chalchivitl (future), and tlacatl (man), reflecting a unique conception of the universe — one that has endured through centuries and fought those who have sought to silence it.

This Mesoamerican light carries the strength to travel far and represent the identity of a culture that is still alive. Regardless of the domination of other cultures, the dwindling number of speakers, or the distortions it has endured over time, it survives – thousands of kilometers from its origins and imprinted on a fabric of monumental scale.

The exhibition maps not only different points across the world but also a timeline that identifies moments, eras, and memories essential to understand the present. Yes, it is a subjective narrative, but doesn’t it also invite us to think about ourselves? What were the paths that had to be taken before we existed that shape our current perspective? ✦

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